Lanzo desde aquí una llamada o grito de socorro a todo aquel individuo que por causas ajenas a su persona o bien por propia voluntad haya decidido hacer de su vida un mundo lleno de creatividad y de color.
Creativos, arquitectos, pintores, artistas, diseñadores, toreros… aquí que no se equivoque nadie, todos en mayor o menor medida estamos cortados por el mismo patrón, viviendo un sueño más próximo a lo divino que a lo humano, que intentamos ennoblecer con la cabeza bien alta y sin que se nos noten demasiado los daños colaterales.
A lo largo de estos últimos años he tenido la oportunidad de toparme con auténticos maestros del ilusionismo, gente que son tremendos cascarones huecos a los que su fama les precede, pero que en definitiva van pasando por la vida sin mojarse demasiado no vaya a ser que se les vea el plumero.
Y he aquí la razón que me ha empujado a escribir estas líneas que espero caigan en el olvido con la misma prontitud con la que las he escrito.
Recientemente me encontré con un individuo que se hizo llamar así mismo diseñador, un auténtico divo «hecho a si mismo», poco acostumbrado a madrugar pero un gran aficionado a la entrega de premios y a los días de vino y rosas. El personaje en cuestión, a pesar de su edad y su dilatada experiencia, emanaba de sí un aura embriagadora de auténtico convencimiento de su persona que, por supuesto, me contagió y al que no pude menos que contratarle un proyecto hecho a su medida… el proyecto lo acabé haciendo yo mismo.
Aquí el fulano en cuestión apareció recientemente en una nota de prensa en un periódico de tirada nacional, en un artículo que hablaba de su obra y donde afirmaba rotundamente que era una de las mayores promesas del panorama artístico español.
Así pues, concluyo diciendo, que si ustedes son de los míos y acostumbran a figurar poco, irse con sus amigos a tomar un vino en sitios poco acorde con las últimas tendencias y a retirarse pronto a casa porque mañana tienen que madrugar, sepan que no les darán ningún premio, pero vivirán con la conciencia tranquila de no estar engañando a nadie.
O por lo contrario si optan por la otra opción, cómprense una cámara digital, fotografíense en actos públicos frente a importantes edificios, compren un dominio, háganse una página Web y hablen mucho de sí mismos. Lo demás, viene en papel de regalo y con un enorme lazo rosa.
Rubén Osés. Pensando en verde
